Publicado en el Descodificador por Javier Pérez de Albéniz.
Iker Jiménez es un monstruo. A ver si me entienden, un monstruo en el sentido televisivo de la palabra. Un monstruo a nivel demonológico y paranormal, es decir, desde el punto de vista de lo parapsicológico y alquímico. Un monstruo y una mina para los comentaristas de televisión, puesto que no es muy normal que alguien sea capaz de dedicar media hora de televisión al hombre del saco sin partirse las costillas de risa.
Si a mí este señor me cuenta en su programa ('Cuarto milenio', Cuatro) que el hombre del saco es 'El Pocero', Roca o, pongamos por caso, el mismo Botín, pues yo lo entiendo. Gente que tiene mucho dinero y en un momento dado utiliza un receptáculo de tela gruesa, generalmente de forma rectangular y abierto por uno de sus lados, para cambiar de sitio los cuartos. Correcto: el hombre del saco.
Incluso iría más allá. ¿Por qué ceñirnos a la versión machista de esta leyenda? ¿Por qué no reconocer la existencia de la mujer del saco? Si recuerdan, Isabel García Marcos tenía en su casa unas bolsas con 360.000 euros que no había tenido tiempo de ingresar en su cuenta. Pero me cuesta trabajo creer en estos seres espeluznantes porque, según el monstruo de Jiménez (Iker), el otro monstruo, el del saco, es un mito universal. Y 'El Pocero', Roca, Botín o Isabel son mitos locales, concebidos a partir de acciones económicas puntuales y muy bien localizadas.
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